La tradición católica recuerda a sus difuntos al comienzo de noviembre con las festividades de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, retomando prácticas prerromanas y romanas.
El día de Todos los Santos era un día de recuerdo privado de los difuntos de la familia. Se visitaban, como aún se hace, las sepulturas donde se rezaba y se ofrecían flores y velas.
La celebración del día de los Fieles Difuntos era colectiva y comenzaba durante la llamada “Noche de Ánimas” cuando las campanas de las iglesias tañían a difunto hasta el alba y en los domicilios se rezaba por los familiares fallecidos.
Las mujeres acudían a la iglesia y, en el lugar que ocupaba ancestralmente la sepultura familiar, encendían velas en su hachero para sacar las ánimas del purgatorio. También llevaban pan y otros productos como ofrenda a la iglesia. Una vez finalizada la misa, el sacerdote rezaba un responso en cada una de las sepulturas, escena recreada en el museo.
En la localidad de Tajueco se ha conservado la tradición del Cántico de Ánimas que, con ligeras variantes, se realizaba en diversos lugares de la provincia.
Al caer la noche, la campana de la iglesia congregaba a los vecinos en el pórtico, donde los hombres se dividían entre solteros y casados para iniciar el cántico a la luz de las velas que portaban protegidas del viento por calabazas, vasijas de barro y otros elementos.
A toque de campanilla se marcaba el recorrido, por varios lugares de la localidad, alternando el canto de estrofas entre solteros y casados. Al terminar el cántico, un vecino dirigía una oración.
El uso de campanas y campanillas en los rituales relacionados con las ánimas procede del mundo romano con la creencia de que su sonido ahuyentaba los espíritus.
Estas tradiciones europeas pueden considerarse como la base de la celebración de Halloween.